jueves, 15 de diciembre de 2011

Motivos de consulta, derivaciones y derivados

En la entrada de hoy os traigo un compendio de situaciones que se han producido/se producen en el día a día de mi trabajo, sobre todo en las guardias, y que me tocan las narices apetece compartir para quejarme expresar mi humilde opinión acerca de ellas. La mayoría de ellas, excepto la primera, son referidas a la Psiquiatría. 
Comienzo, espero que los no-psiquiátricos no me odiéis en demasía y podáis perdonadme por las pequeñas pullitas cariñosas que pueda meter.


- "Le ha dado una calor mu rara" (Urgencias Generales)


Os pongo en situación: un viernes de junio. Llamo al paciente, y aparece un señor de unos sesenta y tantos años hecho un pincel: traje de chaqueta, bien peinado, sonriente:
          - Menganito, cuénteme: ¿qué le pasa?
          - ¿A mi? ¡A mi no me pasa ná!
          - Entonces, ¿por qué ha venido a Urgencias?
          - Aaah, pues verá usté: estaba yo el domingo .- paro en este momento para recordaros que estábamos a VIERNES.- en un bar a mediodía con mucha gente .- paro de nuevo para recordaros que estábamos en JUNIO.-  y de repente me dio una caló mu rara, qué calor me dio... vamos, que me tuve que salir del bar.
          - ¿Y qué pasó entonces, Menganito?
          - ...pues nada, que se me pasó sola.
          - ... ... .- (yo con cara de: "¿por qué escogí esto pudiendo meterme a estrella del porno?").- entonces, Menganito... ¿por qué viene hoy, VIERNES, a Urgencias? .- (sí, cuando algo me saca de quicio hablo en mayúsculas, negrita y cursiva).- ¿Le ha vuelto a dar esa calor tan rara?
          - No, no, ya se me quitó sola... pero digo "voy a llegarme no vaya a ser que me dio algo malo".
En fin... No me meto con Menganito a pesar de la giliconsulta porque me pareció un abuelete-caballero muy simpático, y, sobre todo, por la deferencia que tuvo de venir limpito y aseado a consulta.


- "Faringitis" (Consultas Ambulatorias de Psiquiatría)


Bueno, esto seguramente fue sólo un fallo tonto al codificar el diagnóstico en el ordenador mientras hacían la derivación, pero me hizo gracia. Yo es que soy mu pava y me río con todo. Me dio por imaginarme una faringitis de tal calibre que había causado un trastorno adaptativo al paciente en cuestión (me estoy riendo de nuevo... lo que yo diga: soy una pava).


- "Síndrome depresivo tras ruptura sentimental" (Consultas Ambulatorias de Psiquiatría)


No digo que una ruptura sentimental no pueda producir una depresión (y una no-ruptura también, vamos), pero, querido médico de cabecera en cuestión: espere un poco o déjese de dramas. El caso: nos derivan a un chico de ventipocos años por esto. Cuando aparece por consulta -cosa de un mes y pico después de haber hecho la derivación su médico, que es el tiempo aproximado que tenemos de lista de espera- el muchacho entra por la puerta con la misma cara de depresión que Falete con tarifa plana en un buffet. Empiezo a entrevistarlo, le digo el motivo por el que lo manda su médico y me mira como si le hablara en polaco antiguo. ¿Que que qué? ¿Depresión? ¿Ein? Aaaah, bueeeno, siiii... Me dejó mi novia, estaba triste y se lo dije al médico. ¿Y ahora? Ahora bien, si ya tengo otra novia y estoy mu contento. 
Vamos, que para mi que el chaval ni se acordaba del nombre de su gran-amor-ruptura-dramática-de-corazón. 
Moraleja: no tratéis de psiquiatrizar las cosas cotidianas. El que nos dejen, se nos muera alguien, nos echen del trabajo o no emitan High School Musical desde hace 2 meses son cosas que van a pasar antes o temprano, y que deberemos atajar cuando ocurran, ya que el sufrir ese dolor, aceptarlo y aprender a vivir con eso forma parte de nuestro crecimiento como personas (qué filosófico me ha quedado, sobre todo lo de High School Musical).


- "... quiere ver al psiquiatra" (Urgencias de Psiquiatría)


...y nos llaman. Pero, ¿a que no llaman al cardiólogo de guardia cuando el paciente dice que quiere verlo? ¿Por qué? Pues porque, lógicamente, no tiene por qué tener algo por lo que llamar al cardiólogo. Entonces, ¿es que el que quiere ver al psiquiatra tiene 100% seguro un motivo por el que deba ser visto por el psiquiatra? Y eso que en mi hospital tenemos la suerte de que todo paciente debe pasar por la puerta, y el médico que les atiende primero puede hacer un poco de filtro (resáltese el "puede" y el "un poco", porque hay algunos quepaqué); en otros hospitales quien está en triaje, si ve necesario o se le antoja que el paciente es para ti, te llama directamente. Así, lo mismo te llaman por un psicótico que por un borracho. No, si al final estoy hasta agradecida al sistema de Urgencias de mi hospital...


- "[motivo de consulta cualquiera]" + antecedentes en Salud Mental (de cualquier tipo) = "hay aquí un paciente vuestro..." (Urgencias de Psiquiatría)


Para muestra, un botón: una vez me llaman por una señora que venía por noséquécosasomática. Total, la residente que nos llama me dice que "es una paciente vuestra, la seguís en tal sitio por un síndrome ansioso-depresivo". Yo: "¿pero no me has dicho que viene por nosequécosasomática?". La residente puertil: "Sí, sí, pero es que para mi que lo que le pasa es que está peor, me dice que está más nerviosa y muy tristona últimamente". En fin, que allá que vamos a ver a la paciente, la llamamos, charlamos con ella... y cuando me fijo en las piernas de la buena señora (venía en silla de ruedas) le veo unos edemas con una fóvea en la que cabía la cabeza de un mamut siberiano (edemas con fóvea, para los no entendidos, son hinchazones -edemas- de los miembros que al presionarlas dejan como un hoyito -la fóvea). Leñe, ¿no va a estar nerviosa la mujer? ¿Que se ahoga "por los nervios"? ¡Como que tenía una insuficiencia cardíaca descompensada!
Y ojo: he puesto el ejemplo de algo que pasó con una residente, que todos sabemos que somos seres más que imperfectos y es normal que cometamos este tipo de fallos, por lo que no la critico porque soy la primera que la habrá cagado en más de una ocasión... Pero que nos llame un adjunto y nos endose un paciente "porque es vuestro, le acabáis de dar el alta de vuestra planta" y no se percate que viene con una tensión diastólica de 110... mejor no sigo, porque esto ha sido algo reciente y todavía hablo en caliente. 


[Breve inciso en el que aprovecho para realizar alguna actividad para canalizar la ira, como rastrillar mi jardín zen, tomar un baño relajante mientras escucho cantos gregorianos o partir nueces con la frente]


Mejor. Continúo.


- "Dolor abdominal. Paciente esquizofrénico" (Urgencias Generales/Psiquiatría)


Por increíble que parezca, he visto esto con mis propios ojos. Deber ser que la esquizofrenia es un factor agravante en los dolores abdominales y no me he enterado, porque si no, no me lo explico (al igual que el paciente del que he hablado justo antes tenía el superpoder para bajarse las tensiones él solo). Eso o que los enfermeros de triaje son realmente psiquiatras expertos y con sólo mirar medio segundo al paciente saben que el dolor es una alucinación.


- "Ansiedad" (Urgencias de Psiquiatría)


Vale, este no es un motivo de consulta extraño, pero sí que es un recurso muy manido desde la puerta para llamar al psiquiatra cuando no hay tiempo/ganas de escuchar al paciente (porque, en principio, una crisis de ansiedad debe resolverse en Urgencias Generales). Basta con que el paciente en cuestión esté en plena crisis de ansiedad y preguntarle si tiene deseos de muerte y... tachán! Ya podemos llamar al psiquiatra tranquilamente diciendo que tenemos a alguien con ideas autolíticas. A ver, amigos: cuando una persona está en plena crisis de ansiedad ¿cómo le preguntas si quiere morirse? ¿Habéis tenido alguna crisis? Yo sí, y más de una, por lo que sé que la sensación de muerte y pérdida de control es inminente, lo que no implica que tengas pensamientos de muerte ni ganas de quitarte de en medio, copón. Que luego le metéis al paciente una benzo y cuando vamos a valorarlo tiene las mismas ideas de muerte que Heidi columpiándose en medio de los Alpes.


- Y un breve rebujito de situaciones:


  • Paciente con intoxicación etílica (es decir: borracho como una cuba) que dentro de su borrachismo, le da por arrancarse la vía con suero (porque sí, copón, el hombre está en todo su derecho de pasar la resaca sin suero ni complejos vitamínicos). Lo ven las enfermeras y, ¿qué dicen? Pues qué va a ser: "habría que llamar al psiquiatra". Claro, señoras, claro: el psiquiatra lo mismo te compensa a un psicótico, que le recoloca la vía a un borracho que te cose un parche de los Power Rangers en ese agujero que tienes en la entrepierna del pijama (maravilloso agujero que tiene todo pijama que se precie, por cierto).
  • Paciente intoxicado por múltiples sustancias (es decir: con un morado curioso) que pasa a la Sala de Evolución para ser valorado una vez se le haya pasado susodicho morado por parte de Psiquiatría. La Sala de Evolución, para explicarlo bien y brevemente, es como una Observación pero en chungo. Lo siento, no me sale una palabra más técnica para describirla: es una Observación chunga y punto pelota. Volviendo al paciente intoxicado: al buen hombre se le pasa la intoxicación mientras está dormitando en la sala chunga, huye de allí (yo también lo haría) y es encontrado poco después por personal de seguridad del hospital tratando de tirarse por una escalera. Nos llaman, acudimos a la Sala Chunga de Evolución y, ¿qué nos dicen -sí, otra vez- las enfermeras?: "Es que este paciente debería estar en Psiquiatría, es que aquí le pasa algo y la culpa es nuestra, es que debería estar vigilado...". Esto... ¿perdona? Por esa regla de tres, todo aquél que llegue con un poco de tos y se deje evolucionar tras poner un tratamiento debería ingresar directamente en Neumología, digo yo. Y, quitando eso: ¿no se supone que en dicha sala debe haber un mínimo control de los pacientes? 


En fin, paro de nuevo porque voy a tener que volver a ponerme a partir nueces vía exocraneal. Pensaréis que si estoy saliente de una guardia mala, no he cenado All Bran o no he cometido fornicio, pero no (o sí, según se mire); estas son cositas que ya digo se dan muy frecuentemente en mi trabajo: las derivaciones mal hechas por desconocimiento y/o mala comunicación entre profesionales, los motivos de consulta raroxtraños por los -malditos- estigmas de los pacientes psiquiátricos y las "llamadas al busca no debidas" pues... ya sea también por desconocimiento, por agobio y falta de tiempo de los profesionales de puerta o porque, queramos o no, la Psiquiatría a veces acaba siendo un "cajón de sastre" de todo lo que no sabe dónde incluirse. Repito que espero que a nadie le haya caído especialmente mal algo de lo que haya dicho. En caso contrario, recordad que soy morena, 1'85, 115 kg y que me doy un aire a Bud Spencer.

Besitos, abrazos y palmaditas en el culo.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Balance anual

A pocas semanas de acabar el año y ante las peticiones y amenazas con el puño en alto para que actualizase este mi querido blog, me dispongo a hacerlo escribiendo un pequeño resumen de lo que ha sido mejor y peor de mi año 2011. Empiezo a parrafear, mis pequeños ponys:


- En primer lugar, para bien y para mal y de manera obligada, tengo que hablar de la ansiedad. O, más croquetamente (sí, sé que está mal escrito, pero la vida con croquetas sabe mejor), hablar de mi ansiedad, esa maldita ansiedad que provocó mi baja laboral y existencial a principios de año. Por suerte aprendí, o más bien estoy aprendiendo, a controlarla y que no me supere, si bien su trabajo me ha costado. Cambios de humor que en cuestión de minutos me hacían pasar de la bajona a la hipertimia (cómo se nota que llevo año y medio en esto, qué manera de controlar los tecnicismos psiquiátricos como "bajona"), unas ganas de comer secundarias a la drogaína que no se apagaban aunque engullera medio frigorífico (de hecho, el frigo tiene marcas de mis dientes), otros efectos secundarios más íntimos y que, por desgracia, perduran aún (tsk...)... Y más, vaya, el año desde el punto de vista ansioso-farmacológico ha sido cuanto menos curioso. Pero, haciendo balance, ha sido bastante bueno. Aún me queda mucho por mejorar, pero poco a poco voy superando mis miedos e inseguridades y mostrándome tal y como soy: una cabrona simpática o simpática cabrona, como prefiráis.


- Lo relacional amistoso: no ha podido ir mejor. Me pongo en plan moña para agradeceros enormemente el apoyo que me disteis durante mi mala racha (a los que me lo disteis, claro, el resto podéis arder en el infierno con Pitingo sonando de fondo). Las horas interminables de guardia, los congresos y el tiempo fuera del hospital (cuando lo hay) me han ayudado a afianzar relaciones que ya existían y a descubrir gente que merece la pena. Amén de los que me quedan por conocer, que aquí incluyo a todo el que me lea y no me conozca in person o no lo haga en condiciones: en vivo y en directo sé que soy (bastante) siesa, pero en cuanto me digáis 2 palabras y media o algún insultillo cariñoso ya saldrá mi personalidad. La de verdad, con todo lo bueno y TODO lo malo. Avisados quedáis.


- Lo relacional amoroso: esto...eh... corramos un estúpido velo.


- Lo laboral: aquí sólo puedo hablar en positivo nuevamente. Y es que, qué queréis, me encanta mi trabajo. La clínica, los fármacos, los compañeros y, cómo no, los pacientes. Sin hablar en modo alguno despectivamente de ellos, hay que admitirlo: los pacientes psiquiátricos son la leche. Desde el histérico que me recuerda a Woody Allen hasta el maníaco que corría detrás mía gritando "¡Guaapaaaaa, marqueesaaaa!", pasando por ese esquizofrénico crónico que se golpea el pecho diciendo que "le hemos quitao todos los males" y nos da un abrazo. Y, fuera de los psiquiátricos, toda el área varmera desprende arte y poderío (me basta con recordar a aquella señora de "el culo de delante", bella historia a contar en vivo y en directo).


- Lo familiar: tengo que volver a ponerme tristona al recordar la pérdida de mi "hermana" pequeña: mi Lara, Sinforosa, Nicasia, Mari Puri o, simplemente y como la solía llamar yo para crearle una crisis de identidad sexual: "el perro". Los que no tengáis o hayáis tenido mascota no tenéis corazón no podréis poneros en mi lugar y pensaréis que exagero, pero el perder a un bichamen que te ha acompañado desde los 13 años es duro. Sobre todo cuando ese bichamen es como era mi perra: una payasa, un teatrillo con patas, un raro híbrido entre cabra montesa y husky sevillano. Ains. Momento lagrimilla. Por suerte y para compensar, hemos tenido la llegada de la guayaba de mi hermano, que aunque no hace la cabra ni despelecha tanto, es mu apañá y cocina mu rico. 


- Lo superfluo, superficial, super-material girl y cosas que no sé dónde meter: positivo: la cafetera Nespresso que compraron mis padres (vamos, lo pongo porque ahora mismo me estoy tomando un café y tá mu rico). Negativo: el escaso-nulo control que tengo sobre el dinero unido a lo malos que son los salientes de guardia. Por suerte, no soy una tía gastosa, y lo mismo mis arranques consumistas consisten en comprarme 10 bragas a 6 leuros que un bolso por 60. Otra cosa negativa: mi desorden. En serio, si hace tiempo decía que mi habitación había sido declarada zona catastrófica ahora me quedo corta con eso. Tengo pelusas de tal tamaño que no sé si barrerlas o si hablarles de usted e invitarlas a un café de la cafetera Nespresso. Y encima, como el tamaño de mi cuarto podría describirse perfectamente como zulo etarra, en cuanto hay media cosa por el suelo ya tengo que andar a saltos cual campo de minas para no clavarme objetos amorfos no identificados. Más positivas dentro de este batiburrillo final (sí, estoy acabando, ya podéis soltar un "oooh" apenado o de alivio): el que este año a mi pelo le haya dado por estar calmado y esté teniendo más días buenos que días de Rey León en celo.


Y, bueno, yastá. Creo que no ando muy inspirada últimamente, de ahí que haga tanto que no haya actualizado; pero bueno, me gusta aunque sea escribir mis chorradillas cotidianas. Si no vuelvo a escribir antes de que acabe el año, desearos a todos unas felices fiestas, próspero año nuevo, si bebes no conduzcas, póntelo, pónselo y que hagáis muchos des-propósitos de año nuevo. Los míos serán, simplemente, continuar aprendiendo a vivir disfrutando cada pasito y, cómo no, escribir más.


Besos, abrazos y palmaditas en el culo.

martes, 6 de septiembre de 2011

Aquellos inolvidables años mozos II: nos vamos de fiestuki

Hola amiwitos,


 Ante la insistencia de algunos y las cartas con amenazas de muerte escritas con sangre de otros, he decidido escribir de nuevo sobre la banda sonora de mi época mocita. Hoy toca recopilación de esos grandes hits que me hicieron mover el esqueleto (o más bien simular crisis epilépticas) cuando empecé a salir, en esos tiempos en los que la resaca era solamente algo de lo que nos podía rescatar Mitch Buchannan (y no al revés).


 Comencemos:




- "Candela", de una tipa llamada Noelia que si ahora mismo la conocen en su casa a la hora de comer ya será un logro. Pero bueno, las canciones del verano es lo que tienen: unos minutos efímeros de fama y vuelta a la prostituc... a la rutina, digo (oh, dios: acabo de relacionar a King África con la prostitución...).




- "Salomé", de Chayanne, ese cantante que preñaba a fanses durante sus conciertos con sólo pegar puntazos al aire. Ay omá qué rico.




- "It's my life", de Bon Jovi. En mi pueblo los DJs eran unos visionarios y profesionales like the top of a pine y mezclaban con un estilazo sin igual grandes éxitos como éste y ese que decía "Levantando las manos, moviendo la cintura...". Lo mejor es que esos DJs son los que amenizan en la actualidad las bodas, bautizos, comuniones y algún que otro entierro.




- "Sueño su boca", de Raúl. Qué feo era el pobre. Bueno, y es, que supongo que seguirá vivo. Estas canciones molaban un huevo y cuarto y mitad de otro, con eso de llevar coreografías "ya hechas", cosa muy útil para las personas que, como yo, tenían el sentido del ritmo atrofiado de nacimiento (y hablo en pasado porque hoy día bailo estupendamente, o al menos eso me parece a mi con 3 cubatas encima). Por cierto, ¿alguien más se ha fijado en que esta canción y el himno del Sevilla tienen la misma melodía? ¿Será el Arrebato una forma de vida superior evolucionada de Raúl?




- "El camaleón", de King África. Que faltase este hombre dentro de mi lista de grandes éxitos hubiera sido muerte por Corán, que diría una amiga. Pongo la primera canción que mis oídos inmaculados y puros tuvieron el placer de escuchar y disfrutar. Gracias por entrar en nuestros corazones a base de repetir erres. King África, eres el Georgi Dann humauaqueño.




- "Yo quiero bailar", de Sonia y Selena (patrocinadas por las pelotas de playa de Nivea). Ya sé que con lo que he dicho antes de los DJs y con lo que voy a decir ahora me arriesgo a avalancha masiva de musicófilos a mi pueblo, pero lo diré igualmente: estas 2 vinieron a actuar el día fuerte de la feria de Écija. Que no se diga que nuestro señor alcalde de por aquél entonces reparara en gastos. Yo no tuve la oportunidad de verlas en directo, pero cuenta la leyenda que a una de ellas le reventó una teta por las altas temperaturas y salió volando. DEP.




- "La canción del velero", de... yo que sé de quién es la canción, de hecho no es de las que más recuerdo haber hecho el intento de bailar, pero es que he visto el vídeo por casualidad y me he visto en la obligación de compartirlo. Qué maravilla, 3 minutos y 32 segundos de deleite visual continuo, desde el gemido orgásmico de la rubia putilla del principio, pasando por el fondo psicotrópico, hasta el eyeliner del tío de la izquierda (el que además parece que se ha hecho un tatuaje de la vacuna de la tuberculosis, esa marca que tiene toda buena señora cincuentona).


Y con esto acabo, gente. Podría seguir con más y mejores temas, pero es que estoy de vacaciones y me da pereza levantarme a por un cuchillo para cortarme las venas (lo he intentado a bocados, pero sólo he conseguido autoinocularme la rabia). 


Muchos besitos y nos vemos en la próxima entrada, que teniendo en cuenta mi bipolarismo cibernético, será probablemente triste y emotiva.

lunes, 1 de agosto de 2011

- Le hemos subido la aspirinita, cambiado la de la tensión y puesto una para el colesterol, que estaba un poco alto...

Encarnación observa la perilla del joven médico mientras éste le explica su nuevo tratamiento. Qué bien afeitadito, piensa. Si no tuviera esa barba de chivo, parecería mi nieto. Qué digo mi nieto, ¡mi bisnieto! Si es sólo un chiquillo... Ve entrar a una enfermera.

- Manu... digo, Doctor García, los familiares del 16-2 preguntan si va a pasar a verlo antes de que lo bajen al TAC.

Manuel, vuelve a pensar Encarnación, como mi Manolo. Mi Manolito. En poco se diferencia esta habitación de aquélla en la que se despidieron, 15 años atrás. Y, mirándolo bien, en poco se diferencian también ese médico jovencito y su Manolo: los dos altos, desgarbados, tono de voz serio y grave, pero con una sonrisa permanente en los ojos...

- Encarnación, ¿me está escuchando?
- Encarnita.
- ¿Perdone?
- Que me llame Encarnita, Encarnación me hace vieja.
- Bien... Encarnita, le decía que va a tener que cambiar usted un poco sus hábitos, su manera de vivir.

Vivir... Encarnita ya no recuerda qué era vivir. Últimamente ha perdido la noción del tiempo: demasiadas horas de hospital, demasiadas habitaciones blancas, demasiadas pruebas, demasiados purés insípidos. Después del último ingreso, hace desgraciadamente poco tiempo, le entraron ganas de volver al pueblo. Ese pueblo blanco, con esas callejuelas estrechas y empinadas que con tanta facilidad subía cuando mocita. Tenía ganas de volver a corretear por aquellas calles e ir en busca de su Manolo a la panadería. Tantas ganas tenía, que creía estar ahí, esperándolo en la puerta, con el olor del pan recién hecho, qué olor... Cuando de repente, sin darse apenas cuenta, ¡pum! Un golpe, oscuridad, luego luces, pitidos, más luces, voces. Una niña, que resultó ser doctora, le hacía preguntas. Encarnita no sabía qué pasaba... ¿que dónde estoy? Esperando a Manolito, dónde va a ser... Ay, no, Encarna, que ya estamos aquí de nuevo... En el hospital, hija, el hospital. A mediados de Junio, si la cabeza no me engaña. ¿Estos? Mi hija, mi yerno y su niña la menor, la que estudia para ATS. La doctorcita le sonríe amablemente, le escucha el pecho, le toca la barriga y dice nosequé de unas pruebas. Varias horas después -o días, quién sabe- Encarnita está de nuevo en aquella planta, entre esas paredes, como si de una triste burla se tratara.

Vivir... últimamente mi vida no son más que días sueltos entre ingreso e ingreso. En el penúltimo vinieron dos nuevos doctores a verla, jovencitos los dos (pero, ¿qué pasa en este hospital? ¡si son todos unos niños!), y le hicieron nuevas preguntas: cómo estaba de ánimo, cómo pasaba el día, si se apañaba bien sola... Bien, bien, me apaño... Qué jovencito eres, te das un aire a mi hermano Carmelo, que en paz descanse... Ay, mi Carmelo, qué prontito se lo llevó el Señor... Mientras los nuevos doctores (de los nervios, dicen que son médicos de los nervios) siguen haciéndole preguntas, a Encarnita se le escapa una lágrima tonta. Mi Carmelo... El más bajito de los dos, el que tanto se parece a su Carmelo, le pasa un pañuelo: ¿Le pasa mucho? ¿El qué, hijo? Lo de llorar. No... sí, no sé... por las noches, un ratito, o cuando me acuerdo de los que ya se fueron con el Señor... Ángeles, su nuera, que ese día le acompaña, comenta a los doctores que la ve apagada, sin ganas de ná, que no come... ¿Cómo quieren que coma, si me paso el día aquí metida, si na más que me ponen engrudo soso de este? Los médicos asienten, hacen un par de preguntas más y se despiden de ella, diciéndole que le pondrán algo para que se encuentre mejor, descanse y le entre apetito.

Vivir... Encarnita ha perdido las ganas de vivir. Mira a su alrededor mientras el doctor de la barba de chivo continúa con la retahíla del tratamiento. Hoy tendrá nueva compañera de habitación. La anterior, Rosario, se fue de alta ayer, dándole muchos besos y haciéndole prometer que se pasaría por su casa de la playa. Qué guapa y qué cambiada estaba sin ese camisón blancurrio... Ella le dijo que sí, que se pasaría, que venga, pesada, que te van a dejar aquí tus nietos, que le has cogío cariño al hospital. Pero no tenía ganas. Cuando saliera del hospital, si es que salía, pensaba en volver al pueblo, a la cuesta de la panadería, aunque sólo fuese en sueños. Sabía que no iba a ser así, que ya no iban a volver a dejarle sola. Ya llevaba 2 caídas, y cada vez se manejaba peor, le costaba caminar, se olvidaba del cambio en las tiendas, a ratos no podía recordar el nombre de sus nietos. Sin embargo, su Manolo, su Carmelo, las calles del pueblo, la panadería, el aroma de la dama de noche de su jardín... eso no podía olvidarlo. "Demencia", había oído decir por lo bajo a sus hijas. "Vaya, que chocheo", pensó Encarnita. El doctor-chivo parece no acabar nunca de hablar. Bueno, si esto es chochear, no está tan mal. Si la próxima vez que me encuentre en la cuesta, esperando a Manolo, no me rescatan, tampoco pasa nada, ¿no? Me quedaré allí, hasta que él salga, con las manos llenas de harina y una hogaza calentita. Qué rica, con su jamoncito...

- ¡Doctor!
- Dígame, Encarna... Encarnita, ¿tiene alguna duda del tratamiento? Ya le he dicho a su hija que le compre un pastillero para que no se líe.
- No, no, yo lo que quiero saber es si podré comer jamón. Del bueno, con su aceitito, encima del pan calentito que me trae mi Manolo.
- Ay, mamá...
- Nieves, hija...
- No, mamá, no soy la Nieves, ella acaba de salir; soy María, y no puedes comer jamón ni tanto pan. Doctor, dígaselo, dígale que...

El médico, el Doctor García, mira la hoja de tratamiento de Encarnación, con sus recomendaciones de dieta a seguir y los dos antihipertensivos que debe tomar para que no se le dispare la tensión. Abre la carpeta de su historia, mira sus analíticas, sus constantes durante los días que ha estado ingresada. El TAC, la interconsulta con Psiquiatría, las revisiones de los Neurólogos. Entonces la mira a ella. A Encarnación Gálvez Maestre. A la 14-1. Mira a esa señora menudita, con escaso pelo canoso, con ojos de un azul acuoso que, si bien parecen velados por una fina capa de polvo, rezuman ilusión y buenos recuerdos. Y ve a Encarnita, esa muchacha que casi 70 años atrás esperaba a su novio a la puerta de la panadería alisándose nerviosamente los pliegues de su vestido nuevo. El Doctor García, mientras María y la enfermera discurren acerca de las bondades del puré que toca ese día, deja por un segundo de ser el doctor y pasa a ser Manuel o, simplemente ya, Manu; cierra la carpeta del historial, sonríe y se inclina para decirle:

- Yo mismo le traeré esa hogaza de pan.

martes, 26 de julio de 2011

Cinco cosas que hago en los salientes


1.- Dormir. Ya haya dormido 7 horas o 7 minutos durante la guardia, cuando llego a casa el poder de atracción de mi cama es directamente proporcional a la cantidad de mugre que llevo encima. Creo que alguna vez hasta he dado una cabezada mientras me duchaba.

2.- Comer. Guarreridas varias, a ser posible. Mi principal antojo son los cereales, pero nada de Special K, All Bran o cosas de esas que si comes por la noche al día siguiente te partes el pecho si tu perro se carga tu cama. Lo mío son los cereales que más chocolate y/o calorías contengan. De hecho, hoy estoy saliente y sin Choco Krispies, y ya me estoy poniendo de mala leche.

3.- Salir de compras. Esto entra dentro del conocido en Psiquiatría como "síndrome maniforme del saliente", que consiste en ánimo eufórico, verborrea, aumento del deseo sexual (qué queréis, ¡a mi me pasa! será porque todavía relaciono estar toda la noche despierta con juerga, desenfreno y guateque juvenil) y gastos excesivos. Como me pasa con los cereales, si en un saliente voy de tiendas y no compro nada, me pongo de mal humor (en este caso, lo que hago es comprarme algo de comer... soy un animalillo de instintos básicos).

4.- Depilarme. Otra de mis costumbres sagradas. Ya puedo estar más lisa que un huevo duro (de los de comer), que me tengo que pasar la silkepil sí o sí. Podría decirse que es un tipo de tricotilomanía para descargar la ansiedad acumulada, pero yo prefiero verlo como una simple conducta sadomasoquista embellecedora.

5.- Y por último, y como consecuencia de la verborrea salientil, lo evidente: escribir en el blog.

sábado, 16 de julio de 2011

Aquellos inolvidables años mozos (I)

[Aviso: después de leer esta entrada alguno querrá retirarme la palabra. 
O pedir matrimonio. No hay término medio. Avisados quedáis]


Hola amiwitos.

Me encontraba hace escasos momentos fregando -cosa que hago semana, sí semana no- y para amenizar el jaboneo-rasqueodearrozpegadoalplato-enjuagado, me ha dado por ponerme musiquilla remember de mis años mozalbetes. De ahí me ha surgido la idea de hacer una serie de entradas, a cada cual más avergonzante maravillosa, con la música que oía por aquéllos tiempos.

Para empezar dicha serie, hoy os voy a poner las canciones vomitiv... perdón: románticas que escuchaba sentada mirando por la ventana un día de lluvia soñando con mi principote azul y todas esas cosas. Porque sí, amigos, aquí donde me véis yo era una romántica pastelosa empalagosa de pies a cabeza. Evidentemente, el paso de los años, los novios con brotes psicóticos, los que salían del armario y tal, me han hecho cambiar y transformarme en la arpía sádica asentimental que soy ahora. Qué se le va a hacer. Al menos tengo más teta que entonces.

Comencemos...


- "Born to make you happy", Britney Spears. Admitámoslo: a todos nos gusta alguna que otra canción de esta mujer, ya sea de su época colegiala picarona, de la warrilla futurista o de la actual (también llamada época trastorno límite de la personalidad). Las mías son ésta y "Toxic". Ains, mírala, qué mona, bailando, antes de empezar con la mala vida, ponerse gorda, sacarse un bono pal psiquiatra y hacerse cosas raras en el pelo... Espera, que me he liado: ¿estaba hablando de la Britni o de mi?




- "As long as you love me", de los Backstreet Boys. Cómo iban a faltar estos zagales, diosmíodemivida. Aunque su boom me pilló en plena edad del pavo, nunca fui fanática histérica de la muerte de ellos. De hecho, no me explicaba (ni explico) cómo un tipo con cara, pelo y, si me apuras, cuerpo de mujer como era Nick Carter podía causar tanto furor en las masas. Quitando eso, esta canción me encantaba. Y a día de hoy, sigue gustándome mucho una canción de ellos algo más desconocida, "The One".



- "Regresa a mi", de Thalía. Oh, esta me encantaba: ese ritmillo futurista, esos cambios de vestuario, esos bailarines pegando saltos sin venir a cuento. Esta mujer era una visionaria.



- "Private emotion", Ricky Martin feat. Meja. Esta, sin gustarme mucho Ricky desde que descubrí que lo de la Nocilla era mentira, es una canción que me encantaba y me sigue encantando. Cucharla porque is biutiful, is biutiful, is biutiful, it's true.



- "Until the time is through", de Five. Yo era una niña mu moerna y alternativa y en vez de gustarme los Bastrisboys me gustaban su versión inglesa, los Five. El mismo estilo pero más feos, vaya.


Y ahora, para regocijo vuestro y humillación mía, llegamos a la parte vergonzosa:


- "O tú o ninguna", de Luis Miguel. Algunos diréis que qué tiene de vergonzoso esto, que Luis Miguel rules y mola mazo, pero no. A día de hoy ODIO a Luis Miguel: su voz, sus dientes separaos, esa cara de pan. No sé, no me ha hecho nada, pero me cae mal. Y si me conociera, seguro que el sentimiento sería mutuo. Pero bueno, admito que con 15 años me gustaba esta canción. Hasta se la dediqué a mis amigas por Radio Astigi (ea, ya lo he dicho).



- "Volver a amar", de Cristian Castro. Otro secreto inconfesable confesado: me sé enterito el disco en el que está incluida esta canción. De hecho, me copié el cassette de una amiga y le imprimí una carátula con un cupido lanzando una flecha (por dios, ¿acaso estaba poseída por el espíritu de un oso amoroso?). Ya de paso, confieso que cuando la he puesto hace un rato mientras fregaba, me ha dado el arranque y he empezado a cantarla con pasión (pasión jeviflamenca, porque mi voz hace que todo lo que canto suene a mezcla entre Pastora Soler y un heavy harto de cervezas haciendo los agudos). He estado a punto de arrojarme al suelo y romperme la camisa en la parte final, pero como voy en camisón me he conformado con sacarme una teta.


Y... ya está por hoy. Podría poner muchas más y seguir alimentando el fin de mi re-puta-ción, pero creo que con esto es suficiente. Como ya he dicho, esto es una serie de entradas, así que cuando me venga la inspiración haré las correspondientes a música chunda chunda o canciones fantásticas de los veranos fantásticos de mi juventud y mocedad. Disfrutad de mi pequeño moña-mix hasta entonces.

Besitos, abrazos y buenas vacaciones para los que las tengáis.

miércoles, 1 de junio de 2011

Propósitos para el año (de residencia) nuevo

 Habiendo firmado ya el contrato y siendo, por tanto, R2 de manera oficial y oficiosa desde esta mañana, me he propuesto una serie de objetivos a cumplir durante este próximo año. Como buenos propósitos de año nuevo, acabaré no cumpliendo ninguno, pero bueno. La verborrea escribiente post-guardia habla por mi. Ahí van:

1.- Sacarme el carnet. Me lo dicen mis padres, me lo dicen mis amigos, me lo dice mi tutor, me lo dicen las voces de mi cabeza. Excepto los taxistas de Dos Hermanas, creo que hasta la asamblea de la Puerta del Sol ha decidido que si me saco el carnet de conducir haré de España un país mejor. Lo intentaré.

2.- Ir al gimnasio y dejar de imaginarme que esos 50 euros mensuales son destinados a una ONG contra la malaria, la pobreza, Ramón García y todas esas cosas malas. Por incredible que parezca, estoy cumpliendo este objetivo. De hecho, creo que soy una vigoréxica en potencia. No os extrañe verme dentro de nada en el Decathlon comprando proteína en polvo en cubos de 20 kilos.

3.- Encontrar a mi príncipe azul y que me saque de pobre. Bah. Me conformo con que si aparece alguien con quien plantearme una relación, no presente más patología mental que la que ya tengo yo (mirándolo así, no pido mucho).

4.- Estudiar en serio. Vale que el aprendizaje por osmosis es útil, pero hay cosas que si no es hincando codos no se aprenden. Así que que se preparen las bibliotecas sevillanas, que próximamente volveré a ellas con mi carpeta forrada de fotos de los Backstreet Boys y mis psiquilibros.

5.- Ser más ordenada (mi cuarto ha sido declarado zona catastrófica nacional).

6.- Coordinar vida laboral-vida ociosexosocial de manera sana y armónica. Salir, trabajar y descansar es posible sin brotarse ni tener que recurrir a la drogaína con receta.

Y con eso acabo. Dicho aquí queda, dentro de un año podréis reprocharme o me autoreprocharé con testimonio escrito por delante (en estos momentos visualizo a una Dra. Kapowski un año más vieja, musculosa, neurotiquilla y desordenada haciendo autostop entre un rebaño de cabras autóctonas valmeras...).


Besitos, abrazos y hasta la próxima. 

miércoles, 11 de mayo de 2011

1 de cada 4


Cuando me decidí por mi especialidad fue, para qué negarlo, por puro interés clínico. Ya os lo conté en una de mis primeras entradas: la Psiquiatría empezó a llamarme la atención así por las buenas, y una vez comencé a estudiarla en 5º de carrera, me encantó: su historia, la psicopatología, los distintos síndromes y enfermedades que abarca... Pero eso: interés clínico. Los que me conozcáis en persona seguramente me habréis oído decir alguna que otra vez: "El trastorno bipolar es precioso" o "Me encanta la enfermedad inflamatoria intestinal". ¿Que por qué pongo dos ejemplos tan distintos? Porque las dos las diría -y las sigo diciendo- desde un punto de vista puramente científico. La Psiquiatría me gustaba -y gusta- por eso, al igual que me siguen gustando la Gastroenterología o la Neurología. Una clínica muy bonita. 
Ahora, a punto de cumplirse mi primer año como residente, puedo ver cómo ha cambiado -por suerte- mi interés y mis razones para pensar que mi especialidad es "bonita" (poneos cómodos que intuyo que se acerca una de mis parrafadas).

 Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sufrido alguna enfermedad somática. Más o menos grave, más o menos larga, más o menos pesada. Si no una enfermedad en sí, todos hemos experimentado un dolor de garganta, molestias digestivas o, simplemente, nos hemos pegado una señora hostia contra el suelo (yo soy especialista en esto último). Por eso, cuando alguien conocido o no (nuestro padre, nuestra pareja, un famoso, el amigo del primo de la tía de la cuñada de tu vecina, etecé) sufre algo de esto, podemos ponernos en su lugar. Quizá no nos han transplantado un riñón ni estamos yendo a quimioterapia, pero podemos llegar a comprenderlo. El dolor físico, por tanto, es algo "normal". 
Pero... ¿qué pasa cuando hablamos de la enfermedad mental? Vale, todos a nivel psíquico también hemos sufrido de una u otra manera: esos días "de bajona", estar ansiosos por algo... Pero no todos tenemos meses e, incluso, años "de bajona", o cambios brutales en el estado de ánimo; no todos tenemos un nivel de ansiedad constante que te dificulta el día a día ni, mucho menos, esa sensación de que el mundo que te rodea es extraño, de que te persiguen, de que ves cosas que, por mucho que te digan que no están ahí, sigues viendo. A los ojos de "los de fuera" estas personas son, si no peligrosas, por lo menos "extrañas": pueden tener todo en la vida y, a pesar de eso, se pasan largo tiempo encerrados en casa llorando y sin querer ver a nadie, ser personas brillantes pero que evitan comer o hablar en público, personas que se tiran 2 semanas eufóricos y sin dormir y otras 2 con el ánimo por los suelos, o sujetos que demuestran cualquier tipo de conducta bizarra. A lo que quiero llegar: el dolor mental, amigos, es doblemente jodido, perdonen ustedes la expresión. Por un lado por el dolor que nos genera en sí la patología y, por otro, por la incomprensión y el rechazo de la sociedad.

 Como he dicho hace párrafo y pico, en este primer año de residencia he podido darme cuenta de lo bonita y terriblemente dura que es esta especialidad. Lo de dura por lo que acabo de explicar; y, retomando lo de bonita: bonita por lo clínico, sí, pero bonita también por dar la oportunidad de poder ayudar a alguien a hacer ese dolor algo más llevadero, hacer partícipes del proceso de la enfermedad a sus familiares, que tengan el apoyo y comprensión que le son tan necesarios. Cualquier médico puede decir exactamente esto mismo sobre una patología somática, claro está, no voy a ir yo de María Teresa de Calcuta por haberme metido en estos lares; pero no todos los médicos tienen que lidiar con ese dolor que produce el rechazo, el miedo y la incomprensión generados por el desconocimiento que hay sobre las enfermedades y los enfermos mentales. Y es que, al fin y al cabo, es eso: desconocimiento. Desconocimiento que no debería estar ahí, ya que, lo creamos o no, la patología psiquiátrica es algo bastante frecuente.
Por eso, y para ir acabando y enlazar un poco con el título de la entrada, os recomiendo, ya seáis médicos o no, visitar esta web: 1decada4, una muy buena iniciativa de la Junta de Andalucía, que incluye vídeos, artículos, enlaces y -muy interesante- testimonios reales de pacientes y profesionales sanitarios, que ojalá sirva para ir haciendo desaparecer el estigma que conllevan las enfermedades mentales.





Besitos, abrazos y hasta la próxima.

sábado, 30 de abril de 2011

Carta abierta a los usuarios de los servicios de Urgencias


Amigos no-médicos, que habéis llegado a este mi humilde blog desde mi feisbuc, otro blog o un link en cualquier página porno sitio, hoy me dirijo a vosotros, que seguramente habréis tenido o tendréis que hacer uso del servicio de Urgencias de vuestro hospital más cercano en algún momento de vuestra vida, para daros algún que otro consejo que nos hará dicho momento más llevadero a todos:

1.- Si vuestra dolencia puede esperar a que acabe el Madrid-Barça, la Semana Santa, la Feria, el Hannukah o el episodio de Arrayán, no es una urgencia.

2.- Si vuestra dolencia es de largo tiempo de evolución y decidís pasaros el día X por las Urgencias porque hace bueno, tenéis a alguien ingresado y queréis que os hagan un chequeo para matar el tiempo o porque os pilla de camino al Mercadona , no es una urgencia.

3.- Si el abuelo vive en casa y tiene siempre "sus cosillas", no os déis cuenta de que este está "gravemente" enfermo justo antes de vacaciones "por casualidad". Ni el hospital es una residencia ni dicho abuelo se merece eso.

4.- Si algún día lleváis a dicho abuelo al hospital y sabéis que toma setenta y siete pastillas al día, haced el favor de llevar más o menos apuntado el tratamiento para facilitar un poco la tarea al médico. Ojo, digo más o menos, no pido que os pongáis a escribir qué, a qué dosis y a qué hora y minuto del día lo toma; simplemente el hecho de que cojáis una bolsita y echéis las cajitas de los fármacos ahí nos ayuda. Que luego se hace pesadete tener que estar consultando con un traductor checoslovaco para entender los nombres de medicamentos que decís que toma el susodicho abuelo.

5.- No por mucho abrirnos la puerta mientras estamos con otro paciente os atenderemos más temprano. Menos aún si cada vez que salimos de la consulta nos perseguís por el pasillo hasta casi meteros en el baño con nosotros para preguntarnos cuándo os vamos a llamar o cuándo saldrá el resultado de la prueba. Una vez me persiguió un paciente en silla de ruedas que se ponía a girar en círculos alrededor mío cada vez que me paraba (imaginadlo con la música de Tiburón de fondo). No sé mis compañeros, pero yo para evitar esto aclaro una vez pido las pruebas el tiempo aproximado que van a tardar y si no he llamado antes, no es porque me haya olvidado, esté pintándome las uñas o comiendo pipas, es que o no han salido los resultados o no he tenido tiempo material para hacerlo.

                     5.1.- Tampoco vamos a atenderos antes porque nos amenacéis con denunciarnos.

6.- Si véis que hay un paciente que ha entrado después que vosotros pero es atendido antes, es porque está más urgente, no porque le caigáis mal al médico correspondiente o porque los astros no os sonrían ese día.

7.- Aunque suene a perogrullo, por favor, un poquito de higiene. Si vienes a urgencias porque te duele el tobillo, no pido que vengas con el pie exfoliado, perfumado con Chanel nº5 y las uñas con incrustaciones de cristales de Swaroski, pero qué mínimo que un lavado para que no atufe la consulta cual almacén de García Baquero.


 

 Perdonad si mi tono es un tanto resentido, pero estoy saliente de una guardia bastante mala, y no por la gravedad, sino por el número de pacientes que acudieron por una "no-urgencia". Gracias por leerme y más gracias aún si aceptáis dichos consejos. 


 Besitos, abrazos, palmaditas en el culo y hasta la próxima.

lunes, 25 de abril de 2011

Un cuento

 (del epílogo de "Vivir es un asunto urgente",
de Mario Alonso Puig, cirujano y conferenciante)


 En una ocasión, el señor de las Tinieblas convocó en su tenebroso palacio a los más encarnizados enemigos del hombre y se dirigió a ellos de la siguiente manera:

- Llevo miles de años intentando destruir al hombre, acabar con su existencia. Para ello he creado todo tipo de conflictos y guerras, pero cuando parecía que al final lograba lo que tanto anhelo, aparecía Él y evitaba que el ser humano desapareciera de este planeta. A veces aparecía disfrazado de sonrisa, otras de una mano amiga e incluso a veces de una simple palabra de consuelo; sin embargo, a mí nunca me engañó porque siempre supe que tras los mil disfraces se ocultaba mi más temible enemigo, el Amor. Entregaré la mitad de mi reino a aquel de vosotros que me traiga el cadáver del Amor entre sus brazos.


Murmullos y aullidos se escucharon en aquel salón oscuro. De repente, uno de aquellos siniestros personajes se abrió paso a golpes entre la multitud, se postró ante el Señor de las Tinieblas y gritó:


- Gran Señor, yo soy quien te traerá el cadáver del Amor entre mis brazos, ya que yo soy su enemigo natural, el Odio.


Al oír aquellas palabras, el Señor de las Tinieblas respondió entusiasmado:


- Ve, amigo mío. Haz mi sueño realidad y gozarás de la mitad de todo mi reino.

 
 En una esquina de aquel salón, oculto tras una columna, un personaje vestido de negro y con un gran sombrero que le tapaba el rostro, esbozó una extraña sonrisa.

  El Odio partió ante la envidia de muchos. Los años pasaron y el Odio regresó cabizbajo y ante el Señor de las Tinieblas manifestó su incomprensible derrota:


- No lo entiendo, gran señor, he creado desavenencias, malentendidos y todo tipo de agravios y, cuando parecía que mi triunfo estaba cercano, aparecía Él y al final todo lo suavizaba, todo lo arreglaba.


  Tras el Odio fueron la Pereza, la Rutina, la Desesperanza y muchos de los peores enemigos del hombre y, sin embargo, todos ellos al final fracasaron. El Señor de las Tinieblas, al ver que ninguno de aquellos seres era capaz de lograr lo que él tanto anhelaba, cayó en una depresión profunda, hasta que súbitamente se abrió paso entre la multitud aquel silencioso personaje que vestía de negro y tenía un sombrero que le tapaba el rostro. Con gesto altivo se dirigió al Señor de las Tinieblas:


- Yo soy quien te traerá el cadáver del Amor entre mis brazos.


El Señor de las Tinieblas lo miró con desprecio y se dirigió a él con desagrado:


- Todos antes que tú han fracasado, y tú, a quién ni siquiera conozco, pretendes triunfar. No me importunes, estás perdido.


  Aquel extraño personaje se apartó y partió. Pasaron los años y un día, de repente, se presentó ante el Señor de las Tinieblas con el cadáver del Amor entre sus brazos. El Señor de las Tinieblas pegó un salto y se incorporó incrédulo ante lo que contemplaban sus ojos:


- Lo has logrado, has conseguido lo imposible. Tuya es la mitad de mi reino. Pero, amigo mío, por favor, antes de partir dime quién eres.


Aquel personaje se quitó solemnemente su gran sombrero, y con un susurro que, sin embargo, hizo temblar a todos los presentes, dijo:


- Yo soy el Miedo.


sábado, 16 de abril de 2011

Cinco cosas (más o menos tontorronas) que me gustan/disgustan de ser médico.

Me gusta:

1.- El olor del Sterilium. Es un vicio.
2.- Que me llamen "Doctora", no por lo pomposo ni por elitismos chorras, simplemente no estoy acostumbrada aún y me hace gracia oirlo.
3.- Las guardias en buena compañía. El estrés, los sudores, el globo vesical que se te forma y la hiperseborrea en piel y cuero cabelludo se hacen algo más llevaderos (después de leer esto más de uno arderá en deseos de meterme mano recién salida de una guardia).
4.- Mi fonendo. Aunque dentro de no mucho lo dejaré aparcado, no significa que me vaya a olvidar de él. Recuerdo cuando fui a comprarlo, en 3º de carrera: los 92 euracos que costó, la indecisión de si burdeos, naranja butanero, celeste metalizado o azul caribeño (al final ganó este último); y la primera vez que lo usé, conmigo misma, pensando luego "Madredelamorhermoso, ¡voy a morir!" (en esos momentos no era consciente de que la taquicardia in extremis es algo normal en mi).
5.- Los salientes de guardia de Psiquiatría: normalmente descansada, eufórica, hiperverborreica (más aún) e hiperfágica (pero hiperfagia selectiva: alimentos hipercalóricos, de los que sólo con mirarlos coges un par de kilos, por favor). En definitiva: en fase hipomaníaca.

 Me disgustan:

1.- Mi pijama y batas del hospital. El pijama, porque al ser de escote en pico tengo que llevar otra camiseta debajo para no enseñar media teta a los pacientes mientras los exploro (en esto caí pasado un tiempo...), y porque tienes las mangas muy largas y arremangándomelas parezco Marc Lenders. La bata, porque todas las de la talla SP (superputapequeña) traen la sisa a la altura de la cintura, y si la llevo abrochada no puedo levantar los brazos, con lo necesario que es en medio de una guardia alzar los brazos al cielo y clamar a Satán Jesús Nuestro Señor.
2.- Que los guantes de la talla S me queden cortos y los de la M anchos. Así no hay quien desobstruya un fecaloma, coñe.
3.- La comida del hospital. ¿Tanto cuesta hacer un plato que no chorree aceite? Creo que en ese comedor hasta la fruta lleva aceite.
4.- El descontrol aire acondicionado/frío polar o calefacción/hogueras del infierno que hay en las consultas y dormitorios.
5.- Los salientes de guardia de puerta. Aparte de la hiperseborrea en cara y cuero cabelludo comentada anteriormente (lo repito para que os enamoréis más aún de mi, si cabe), te altera los ritmos circadianos, la vida en general y el hábito intestinal en particular (querría ver yo a José Coronado anunciando los bifidus después de un triplete de guardia... ¡já!).

sábado, 9 de abril de 2011

Crisis

 Ese término tan de moda. Según la RAE, noble institución que va perdiendo credibilidad a pasos de gigante:

Crisis. 
(Del lat. crisis, y este del gr. κρίσις).

 1. f. Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente.

 2. f. Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales.
 
 3. f. Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.
 4. f. Momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes.
 
 5. f. Juicio que se hace de algo después de haberlo examinado cuidadosamente.
 6. f. Escasez, carestía.
 
 7. f. Situación dificultosa o complicada.

 En definitiva, una crisis es un cambio brusco, algo que suele generar incertidumbre al no saber qué vendrá después o si la situación es reversible. Hay muchos tipos y muchos contextos en los que se puede dar una crisis: la -desgraciadamente- famosa crisis económica por la que estamos pasando tantos países, la situación de crisis de un paciente (a nivel orgánico o a nivel mental) o una crisis vital. Por ser algo por lo que he estado/estoy pasando, voy a centrarme en esta última (así dejo un poquito de hablaros de MIRicina y no entro en jaleos de política).


 Desde hace aproximadamente un año para acá, mi vida ha experimentado varios cambios: he empezado a trabajar, terminé una relación estable, he conocido mucha gente nueva, asumido nuevas responsabilidades... Mi problema es que no lo he digerido poquito a poco, dándome tiempo a adaptarme, sino que han pasado varios meses con todo un poco en el aire (la persona con que terminé la relación seguía a casi 2.000 km, estaba en rotatorios que no eran de mi especialidad...), cuando, sin darme cuenta, todo apareció de repente: me encontraba con que hacía ya medio año desde que había empezado la residencia, tenía que ponerme las pilas ya que por fin entraba de lleno en Salud Mental, la susodicha persona pasó de estar a 2.000 km a apenas 500 metros, en las guardias propias de especialidad comenzaban a exigirme cada vez más, falleció mi abuela, a la que, con toda la vorágine y locura de cambios de rotatorios, guardias y demás, no me dió tiempo "a llorar" cuando debía... podéis suponer, los que no lo sepáis ya, que terminé colapsando. No voy a negar que lo pasé mal, pero, sinceramente, pienso que ha sido necesario. 
 Cuando colapsé, tuve que poner el "Off" en mi vida, o más bien pulsar el botón de "Reset". Me di cuenta de que tenía que pegar un giro de 180º para poder seguir adelante, para no bloquearme hablando con un paciente en presencia de un adjunto, para no repetir la misma historia cuando comience una nueva relación, para descargar lo que no había descargado en su momento. Lloré, tuve cambios de ánimo brutales dentro de un mismo día, pasé de la gente durante una buena temporada. No pensé mucho en nada en concreto. Dejé que mi ánimo y mis tensiones se equilibraran, y a partir de ahí empezar de nuevo, encauzar mi vida. Mi tutor, cuando fui a verle en pleno colapso, me dijo que esta crisis me ayudaría, tanto a nivel personal como a nivel profesional. Y no se equivocaba. A nivel personal porque, como suele decir mi madre -por duro que suene- "En la vida se aprende a base de palos". En lo profesional, porque por mucho que estudies, por mucho que te enseñen tus tutores y por muchos libros que compres, hasta que no estás "en el otro lado" no puedes llegar a comprender totalmente lo que siente alguien que a nivel anímico/emocional/mental está realmente mal. 
 Ahora mismo, no os voy a mentir, sigo con muchas cositas en el aire y sigo en ese proceso de encauzar mi vida. Más centrada, sí, pero la almagama de guardias, cursos y demás hacen difícil el sentarte y ponerte a estudiar en serio "lo tuyo". Más estable a nivel personal, pero también -no sé si para bien o para mal- más endurecida. Cada vez voy teniendo más responsabilidades en el trabajo, tarde o temprano aparecerá alguien con quien pueda plantearme una relación, sufriré nuevas pérdidas e imprevistos... en definitiva: los cambios repentinos, las crisis, pueden volver. Pero todo lo pasado en estos últimos meses me ha hecho fuerte o, más bien, me ha ayudado a evolucionar. 

 Para terminar, y citando a la resabida Lisa en un episodio de "Los Simpson": en el idioma chino, la palabra crisis está formada por dos ideogramas, que por separado significan "pérdida" y "oportunidad". En mi caso ha sido así: una serie de pérdidas y cambios han dado paso a nuevas oportunidades; por lo que si alguno de vosotros ha pasado/está pasando por algo parecido, dejad que pase, no "enloquezcáis" con la incertidumbre, haced un reseteo, mirad las cosas desde otra perspectiva y aprovechad ese cambio.

 Everybody's changing, Lily Allen (versionando a Keane)

Besitos, abrazos, palmaditas en el culo y hasta la próxima.

martes, 5 de abril de 2011

De elecciones y electores (MIR, mi psiquiatra me tiene prohibido hablar de política)

 Lectores kapowskianos, ayer comenzaron los actos de asignación de plaza MIR  y, viendo lo escogido y lo escogible, me han venido ideas para un par de entradas o una mu larga, pero no quiero mezclar cosas y que os sangre el lóbulo parietal izquierdo; así que me decanto por la primera opción y hoy os voy a contar cómo fue mi experiencia (religiosa) del día de la elección, previos y posteriores. Comencemos...

(musiquilla de cuento feliz)

 Corría el año 2010, a mediados de abril si la memoria no me falla, cuando la señorita Kapowski aquí escribiente y su señorita hermana cogieron rumbo a Madrid con sus maletitas y un tocho de folios con las plazas disponibles y que me interesaban encima. Como ya os conté hace un par de entradas, mi idea inicial era escoger Medicina Interna y no en Sevilla, ni siquiera en Andalucía. De hecho casi llego al cabo Finisterre buscando hospitales para hacerla. Tuve la suerte de ser la primera de mi día en escoger, por lo que cuando se cerró el turno del día anterior ya sabía a qué podía optar. Quedaban muchas plazas de Interna, una ó dos de ellas en Sevilla, y la de Psiquiatría de Valme (der Varme, perdón). A mi se me había abierto un par de días antes ese claro celestial en mi mente que ya os comenté, y estaba decidida a escoger Psiquiatría, ya fuera en Sevilla, en Málaga o en el faro del susodicho cabo Finisterre; pero el hecho de haber estado unos 3-4 meses pensando en coger Interna e informándome sólo acerca de ella, y sumado a que soy lo más dubitativo de this world, pues me chirriaba en la mollera. La noche antes me telefonearon mis señores padres, ya sapientes de las plazas que había. Mi señora madre, esa buena mujer que cuando se enfada conmigo me dice cariñosamente "hija de la gran puta sin ser yo puta", estaba más contenta que unas castañuelas viendo que quedaba Interna en Sevilla (normal, no quería que yo me alejase mucho, soy asquerosa adorable) y yo les expuse mi duda entre eso y Psiquiatría. Pase la noche bien, tranquila, porque realmente esa duda era inexistente, y cuando me levanté el día P (de plaza y de psiquiatría), mi hermana y mi tía (otra gran mujer, que apenas alcanza el metro y medio y que en una ocasión se lió a golpes contra un atracador con una barra de pan) me miraron expectantes y preguntaron: "¿Qué, qué va a ser?", yo les dije tan pancha "Pos Psiquiatría, qué va a ser" (gran diálogo para un gran momento). Cogimos el autobús hacia el Ministerio de Sanidad con bastante antelación (que soy la primera, leñe, que no aparezca un listo ni un rezagao y me birle lo que es mío!) y nos plantamos en la puerta a la espera de que aquéllo comenzara. Empezó a llenarse de gente, muchas caras conocidas, varios amigos ("¿Qué, sabes ya lo que vas a coger?""No, no..." <- mentira podrida, que estábamos todos callados como p*tas para evitar que nos robaran nuestro teeesooroooo), y una señora comenzó a decir los nombres por orden numérico para que fuésemos entrando en la sala. Al ser yo la primera, tuve que esperar que se llenara por completo, unas 350 personas. En esos momento ya sí que me encontraba algo tensa, pero no por la elección en sí, sino una tensión vesical, y es que, hablando en plata, me meaba de mala manera. Por fin se llenó la dichosa sala, pero allí no aparecía nadie (nadie de los que tenía que dirigir el cotarro, me refiero). Cinco minutos, diez minutos, veinte... no sé cuánto tiempo fue realmente, pero para mi y para mi vejiga se hizo eterno. Cuando, por fin, aparecen los "dirigentes del cotarro", empiezan explicándonos cómo se va a realizar el acto de asignación. Otros diez, quince, veinte minutos, 19 días y 500 noches, de sufrimiento para mi ya evidente globo vesical. Me agarraba fuertemente a mi asiento, mi compañera me sonreía tímidamente en plan "¿Le meto un orfidal debajo de la lengua o se lo tomará a mal?", la señora dirigente del cotarro no paraba de hablar. Por fin de los porfines empezó la cosa, y casi antes de que acabaran de decir mi nombre y número ya había volado o me había teletransportado detrás del señor del ordenador.  

- "Psrerweifrnncvblbciurbajhtía en Vabdikwbekrme", tuve que decir, apretando mis piernas en un intento de no desatar las cataratas del Niágara allí mismo. 
- "¿Perdona?" me preguntó el buen señor del ordenador. 
- "PSI-QUIA-TRÍ-A-EN-VAL-ME-SE-VI-LLA", logré vocalizar.

 Lo anunciaron por megafonía (algo así como un bingo satánico para el resto de los electores allí presentes) y yo salí a la velocidad de la luz de la sala, cogí los papeles y el librito que me dio una chica, balbuceé algo como "gracias" a un señor que me felicitó, localicé el baño y... aaahh... ya era feliz. Espera, espera, ¿qué he cogido?. Ni en ese momento ni, hasta mucho después, fui consciente. Salí del Ministerio, mi hermana me felicitó, esperé a que saliesen mis amigos y conocidos y nos fuimos a visitar una exposición del Museo Thyssen, pa que se viera que aparte de médicos éramos gente culta e interesante. Después de eso, buscamos un Burger King pa ponernos cerdos, que es lo que pega en estas ocasiones y fiestas de guardar (sobre todo después del Museo Thyssen), y echamos la tarde en el Jardín Botánico de Madrid (gran idea para una alérgica en mitad de la primavera, sí señor). Al día siguiente regresé a mi home sweet home, mi familia me felicitó, mis padres como locos llamando a toda la parentela, venga a leer mensajes en el tuenti/feisbu ("tíaaaa, psiquiatríaaaaa, lo que tú siempre queríííaaassss!" , "nos curarás a todos""qué gracia que tú escojas psiquiatría" <- este último fue el más repetido). Como ya he dicho, ahí tampoco era muy consciente de lo que había escogido. Estaba tan hecha a la idea de que me iba al norte a pasar frío y a volverme internista que no sabía cómo debía sentirme, ¿mal? ¿bien? ¿aliviada? ¿aterrorizada?. Al cabo de unos días me presenté en el hospital, y conocí a las que dentro de poco serán mis R4, a algún adjunto y a algún que otro paciente ("¡Señorita, tiene usté un cigarrito, eeh, eeh, señoriitaa!"), me comentaron (mis R grandes, no los pacientes) que el que iba a ser mi tutor de la residencia estaba en un sitio llamado El Tomillar, así que me informé sobre cómo llegar y me planté allí al día siguiente. Mi primer pensamiento al bajar del autobus y ver aquéllo fue "¿Pero esto qué es? ¿Un cortijo?", y es que entre tanto olivo y el aspecto del hospitalito, faltaba Curro Jiménez con su trabuco para completar el cuadro. Me perdí, a pesar de que el sitio es pequeño (me pierdo hasta en mi cuarto) y al fin localicé la unidad de Salud Mental. Conocí a mi tutor, yo algo cortada, él un señor simpático que me infundía respeto y que me dijo que para estar en esta especialidad me tenía que gustar hablar (algo a lo que mi madre comentó: "No sabe ese hombre a quién le ha dicho eso"), y vuelta a casa. 

(fin de la musiquilla de cuento)
 
 Y esa fue mi experiencia. Ahora, un año después y sintiéndome vieja porque ya tengo un residente pequeño, recuerdo esos días como bastante gratos y, sobre todo, con mucha incertidumbre. Incertidumbre que aún tengo, me veo vieja, sí, pero también muy "verdecita"; y sé que el mundo de la Psiquiatría es taaaaan amplio que apenas sí he comenzado a descubrirlo. De lo que sí estoy segura es que si a día de hoy me dieran a escoger de nuevo entre todas las especialidades posibles en cualquier lugar, seguiría escogiendo esto. Por eso, y ya para terminar (síííí, por fin, esta entrada acabaaaa! al que haya llegado le doy un minipunto), un consejo por si por casualidades de la vida algún pre-elector MIR lee esto: no os guiéis por la numeritis y escoged con el corazón.



 Besiños, abrazos, palmaditas en el culo y hasta la próxima.